No sabemos ni qué decir en un velorio. Un tío mío se tropezó con el cajón de la abuela y dijo: “¡Ay Dios! ¡Casi me mato yo también!”
La mentira del salario mínimo
-Una vez conocí a un hombre que vivía con el salario mínimo y tenía de mascota a un unicornio rosado.
-¡No seas mentiroso que nadie vive con el salario mínimo!