Dos «amigas» que se saludan solo por hipocresía y que no descuidan oportunidad para lanzarse indirectas en cada conversación se encuentran:
-¡Hola querida! ¿Cómo estás?
-¡Bien mi amor! ¡muy bien! ¡acabo de llegar de Londres!
Al escuchar aquellO la interlocutora siente morirse de envidia, piensa por un momento y le dice:
-¿Londres? ¡Oye qué bien! Y cuéntame, ¿son muy difíciles de fregar los pisos por allá?
El por qué…
-Mamá, mamá! ¿Por qué mi papá está tan morado?
-¡Cállate y sigue apretando el lazo!